Don Benito no tiene castillo, ni catedral, ni un edificio singular que atraiga la atención del turista, pero cuenta con una Casa de Cultura diseñada por el afamado arquitecto Rafael Moneo Vallés, nueva seña de identidad arquitectónica y cultural de esta Ciudad, que trata de identificarse con algo más que su pujante economía agraria.
La Casa de Cultura de Don Benito, diseñada por Rafael Moneo, fue inaugurada el 28 de marzo de 1998 con una ambiciosa exposición que reflejaba la evolución histórica, artística y cultural de Extremadura desde la prehistoria.
La Casa de Cultura de Don Benito se levanta en el solar que dio lugar el derribo del que fue Viejo Ayuntamiento, tras el traslado del Nuevo Ayuntamiento a lo que fueron dependencias del Banco de España. La estratégica posición que tal solar ocupaba en la estructura urbana de Don Benito hizo difícil pensar en cualquier otro con mejores condiciones para levantar en él un edificio como la Casa de Cultura que tan importante papel tiene en la vida de la Ciudad. Su proximidad a la Colegiata, por un lado, y su neurálgico emplazamiento por otro, en el encuentro de las calles Groizard y Villanueva, dio a este solar un especial relieve, máxime si se considera que una arquitectura adecuada pudiera hacer que la Casa de Cultura pasase a formar parte del ámbito urbano de la Plaza de España, sin duda el espacio urbano más característico de la Ciudad. En efecto, la Casa de Cultura insiste en subrayar su presencia en la Plaza al hacer de la entrada del edificio, situada en la esquina, el origen de su arquitectura: la Casa de Cultura afirma con tal gesto que sus señas de identidad hay que buscarlas en la Plaza y no en las calles en que sus fachadas se desarrollan.
Aquello que con más fuerza caracteriza la arquitectura de la Casa de Cultura es su condición de arquitectura compacta, densa, en la que la estructura parece estar dictada por los sistemas de vacíos que, aun tiempo que organizan los espacios, facilitan tanto la iluminación como la ventilación de los mismos. Tal compacidad, por otra parte, fue precisa dada la amplitud del programa y las reducidas dimensiones del solar. El programa de la Casa de Cultura, extenso y variado, se instala en un complejo espacio en el que las tomas de luz desde lo más alto, desde el tejado, permiten un uso intenso, completo, de la superficie del solar. La contigüidad entre las plantas y entre los ámbitos en que éstas se dividen es el resultado tanto más de vaciar un sólido que de agregar, sirviéndose de una estructura, un conjunto de partes. En la planta más alta –la del Museo– una serie ordenada de macizos (presuntos pilares) organiza el espacio; en la planta inferior, tales macizos actúan como lucernarios que iluminan la Biblioteca.
Una arquitectura compacta, trabada, como esta parece, por otra parte, garantiza una proximidad entre actividades que sin duda ha de generar un provechoso contacto entre las mismas: la Casa de Cultura entendida, por tanto, como un todo y no como una mera agrupación de servicios.
Inaugurado en su ubicación actual el 10 de febrero del 2000, el Museo cuenta con más de 30 salas donde, a través de la colección de piezas, se recuerdan las costumbres y tradiciones locales de antaño. Esta Casa-Palacio, de titularidad municipal, fue construida en 1905 por el Maestro dombenitense Emilio Camacho Moreno, por encargo del el segundo Conde de Campos de Orellana, D. Pedro Granda Calderón de Robles. El edificio fue comprado por el Ayuntamiento de Don Benito el 30 de abril de 1999 a la familia Granda, propietaria del mismo.
La Casa-Palacio consta de 2.200 m2, y se articula en torno a dos ejes: un Patio Noble que da paso a una serie de dependencias pertenecientes a la parte doméstica de la vivienda, y un patio trasero abierto, en cuyo entorno se abren más dependencias, que estarían destinadas al servicio y almacén de actividades agropecuarias. A esto hay que añadir los doblados y la planta superior. Además, desde 2007 se han incorporado dos nuevas salas para exposiciones temporales y actividades culturales y, desde 2014, otro local anexo de 850 m2.
En el año 2018, el Ayuntamiento acuerda denominar al Museo Etnográfico con el nombre de Agustín Aparicio Cerrato, impulsor del mismo en el año 1998.
Cualquier museo etnográfico es un espacio y un medio de comunicación dedicado a la etnografía, o sea, es la descripción de un pueblo, sin olvidar aquellos materiales y elementos que conformaron una sociedad (arqueología), y sin dejar de lado la evolución de las estructuras sociales que han conducido al desarrollo y a los distintos modos de vida de los pueblos con sus manifestaciones culturales y lingüísticas (antropología).
Y es que nada es tan decisivo para la sociedad como el conocimiento de su historia, sus tradiciones, usos y costumbres, normas, ritos y hábitos. Por eso, los pueblos, desde antiguo, han procurado cuidar y conservar el legado que recibían de sus mayores y se han esforzado en educar en los valores morales y cívicos a sus descendientes.
El diseño, la organización y distribución de las salas del Museo Etnográfico ubicado en la Casa del Conde persigue dos objetivos interrelacionados: el primero es recrear la sociedad de finales del siglo XIX y gran parte del siglo XX; el segundo es proyectar hacia el futuro el modo de vida de aquella sociedad con el fin de que las generaciones venideras puedan conocer y comprender, en su totalidad, sus antecedentes sociales y humanos más próximos. En ambos objetivos subyace, pues, un fin didáctico-educativo.
Situado en la calle Doña Consuelo Torre, muy cerca de la Plaza de España, en el centro de la Ciudad, la historia del Teatro Imperial la podemos dividir en dos partes: la de su construcción, como Salón Moderno, en 1914, y la de su reconstrucción, como Teatro Imperial, en 1940, después de la Guerra Civil Española. Dos personas trabajaron por mantener estos teatros, Luis Cidoncha Galván, al que relacionamos con el periodo de creación, y su hijo, Antonio Cidoncha Solano, que trabajó en la etapa de reconstrucción. Fue construido con el proyecto del arquitecto Ventura Vaca.
Inaugurado como Salón Moderno el 8 de septiembre de 1914, con motivo de las Ferias y Fiestas de Don Benito, la fachada del Teatro Imperial está estructurada por los ejes verticales de sus huecos y las clásicas bandas almohadilladas y mantiene la estética de los diseños neoclásicos, con influencias modernistas, mucho más acentuada en las originarias barandas del interior. Estructurado en tres plantas, patio de butacas, palcos y general o “gallinero”.
Por los datos obtenidos, sabemos que toda la actividad relacionada con el ambiente teatral y musical dombenitense, se concentraba entonces en este teatro. En cuanto a la calidad de los espectáculos celebrados en el Salón Moderno, podemos destacar el alto nivel de representaciones y actividades que en él se realizaban: bailes públicos, conciertos, zarzuelas, representaciones teatrales y películas de cine mudo y sonoro.
Don Benito, en la Guerra Civil, fue brutalmente castigado por los bombardeos, siendo el Teatro Imperial uno de los edificios dañados. Tal fue el interés de Cidoncha Solano por seguir el trabajo realizado por su padre, a favor de que la cultura siguiera, que volvió a levantar el edificio después de su destrucción. Edificó la parte destruida, que fueron el escenario y la sala, y conservó los palcos. En su reconstrucción amplió el teatro, tomando parte de un solar de su propiedad. Lo inauguró en 1940 con el nombre que actualmente tiene, Teatro Imperial. Su fachada conserva aún, grabado en piedra, el nombre originario del Teatro: Salón Moderno.
Los eventos de la segunda etapa, del teatro referido, difieren del primero porque la sociedad, en constante cambio, demandaba otro tipo de espectáculos, paralelos a los del resto de España. Las zarzuelas y conciertos, propios de las primeras décadas del siglo XX, dieron paso a las compañías de flamenco, revistas de variedades y bailes públicos. También el cine ofrecía al público de Don Benito los últimos estrenos de las películas del momento.
En 1986, Luis Cidoncha Cortijo, hijo del último propietario, vende el Teatro Imperial y la sala de verano El Lido a la Junta de Extremadura, siendo entonces remodelado. Fue nuevamente remodelado a principios de los años 90 del siglo XX.
Actualmente se encuentra cedido por la Junta de Extremadura al Ilmo. Ayuntamiento de Don Benito, quien en el año 2016 acometió su última reforma. Desde el año 2017 forma parte de la Red de Teatros de Extremadura.