Datos exactos sobre la fundación de Don Benito como tal se desconocen hasta el momento, aunque podemos decir que nuestro término fue escenario de pueblos romanos, visigodos y árabes, lo cual se demuestra arqueológicamente con la aparición de cerámica campaniense, tégulas, sillares, piedras de molino de mano e inscripciones en sus más de cincuenta villas romanas identificadas, así como pilastras de mármol de origen visigodo.
En nuestro término municipal se han localizado restos arqueológicos pertenecientes a diferentes etapas de la Prehistoria, como el Calcolítico y la Edad del Hierro. Entre ellos destaca el Vaso de Valdegamas (1953), un Busto Romano Femenino (1981) y las tumbas antropomorfas de la Finca Municipal “Doña Blanca”.
De época romana existen numerosos asentamientos rurales dispersos por el área de influencia de la colonia Metellinensis. En nuestro término se encuentra la Villa Romana “La Majona”, entre otras aún por excavar, donde fue hallado, entre otras piezas, un Busto Romano Masculino (1997).
La escasez de noticias de este territorio hasta la Reconquista cristiana hace que las lagunas informativas sobre Don Benito sean notables. Sabemos que en 1234 Fernando III incorporó definitivamente Medellín y su tierra a la Corona de Castilla, quedando configurado como una Comunidad de Villa y Tierra. Don Benito ya existía cuando se creó el Condado de Medellín. De hecho, las primeras referencias al lugar de Don Benito son del año 1391, tratándose ya de un núcleo poblacional bastante desarrollado.
Con respecto al origen del antropónimo, aún es desconocido. Sabemos que el “Don” indicaba cierto rango social, pero hemos de abandonar la idea de la existencia de un propietario con ese nombre que repartiese tierras entre los vecinos. La aldea de Don Benito no se funda en ningún terreno de propiedad particular, sino que surge en un espacio adehesado comunal, en tierra concejil, por lo que nunca perteneció a ningún señor.
Actualmente sabemos que el proceso repoblador llevado a cabo en esta zona estuvo adjudicado a los señores de Medellín. Según algunas hipótesis, el asentamiento de Don Benito pudo ser potenciado para reforzar los límites con los territorios de la Orden de Alcántara. Hay que recordar que en 1303 Fernando IV donó a dicha Orden el lugar de Aldeanueva (actual Villanueva de la Serena), aldea perteneciente a Medellín. Se ha barajado la hipótesis de que Don Benito, a raíz de este hecho, experimentara un relativo auge poblacional en un intento de afianzar el dominio sobre el territorio o que, incluso, surgiera en este preciso momento, muy probablemente con pobladores castellano-leoneses.
Como se ha indicado anteriormente, el documento más antiguo que alude directamente al lugar de Don Benito se fecha en 1391, y hace referencia a dos rozas de tierras, lo que indicaba un terrazgo agrícola en expansión. En el año 1392, varios vecinos de Medellín, residentes en Don Benito, vendían una heredad.
Entre los años 1393-1395, Doña Blanca Rodríguez de Villalobos, mujer de gran calidad personal y con un importante caudal de hacienda, sobrina del Maestre de la Orden de Alcántara, Fernando Rodríguez de Villalobos, e hija de su hermano Simón, efectuaba a Don Benito la donación de la dehesa de la Vega, en las márgenes del río Guadiana, con la obligación a los cesionarios y beneficiarios dombenitenses de llevar todos los años un cirio a la Ermita de Nuestra Señora de la Antigua de la Haba, el día de la Pascua de Resurrección.
Martín Cortés “el Viejo”, abuelo del Conquistador Hernán Cortés, participó en 1431 en incursiones sobre la Vega de Granada, tomando parte en la Batalla de Higueruela el 1 de julio de ese año, oportunidad que vencieron las tropas comandadas por Juan II de Castilla, quien dos días después, el 3 de julio, le armó Caballero de la Espuela Dorada. Martín se declaraba entonces como vecino de Don Benito.
En el año 1446, con ocasión de la toma de posesión de Medellín y su tierra por don Juan Pacheco, Marqués de Villena, estuvieron presentes en dicho acto dos alcaldes ordinarios en representación de Don Benito, siendo los primeros en presentar sus respetos. Su número y su preeminencia sobre el resto de las aldeas metelinenses, eran el claro síntoma de la paralela primacía del lugar de Don Benito, hacia mediados del siglo XV.
En 1474 era ya un “pueblo viejo”, cuando el cronista de la Orden de Alcántara, Torres y Tapia, refería la muerte del caballo del Clavero Alonso de Monroy, junto al Arroyo Lagrimones (hoy C/Santiago).
A lo largo de los siglos XIV y XV, Don Benito crece demográficamente, además de un aumento de construcciones en su suelo urbano. Este crecimiento viene explicado por la necesidad que tenía Medellín de reforzar la línea fronteriza con la Orden de Alcántara, asentada en La Serena.
El incremento poblacional hizo que, a mediados del siglo XVI, Don Benito apareciese como el mayor núcleo habitado del Condado de Medellín. Según el censo de pecheros de 1531, la localidad contaba con 606 vecinos (unos 2.500 habitantes), muy lejos de los 415 de la propia villa matriz de Medellín.
En el siglo XVI, la política municipal ligaba fuertemente a todos los vecinos, concediéndole el Rey-Emperador Carlos V la primeras Ordenanzas Municipales el 7 de marzo de 1550, encaminadas principalmente a la defensa del campo, siendo confiada a los guardas y justicias del Concejo. A finales de la centuria, según datos del Censo realizado por Felipe II, la localidad contaría ya con 1.034 vecinos, una cifra importante en el contexto de Extremadura.
Durante los siglos XVI y XVII, Don Benito contribuyó a la emigración de más cien dombenitenses con destino al Nuevo Mundo, encontrándose entre los que ocuparon puestos de responsabilidad: Alonso Martín de Don Benito (Capitán en Perú y Alcalde de Lima), Francisco Calderón de Robles y Peñafiel (Arcediano de la Catedral de Cuzco, Provisor y Vicario General), Álvaro de Mendoza Carvajal (Capitán y Maestre de Campo y Alcalde del Cabildo de Cartagena de Indias), Juan Gómez de Don Benito (Regidor de Mendoza (Argentina) y Alférez Real), Pero Gómez de Don Benito (Maese de Campo y Alcalde de Santiago de Chile), Alonso Cabezas de Herrera (acaudalado propietario de una mina de plata en Potosí), Diego González de Arcos (Alférez y Escribano de S.M. que es considerado el primero escritor conocido de Don Benito del que se tiene noticias) y García Martínez Cabezas (Obispo electo de Cartagena de Indias), entre muchos otros.
El 6 de noviembre de 1635, el Rey Felipe IV otorgó a Don Benito la jurisdicción de oficios, por lo que en adelante podía nombrar dos alcaldes ordinarios, dos alcaldes de la Hermandad y escribanos independientes del conde de Medellín. Era el inicio de una relativa autonomía de gobierno, aunque para ello hubo de hacer frente al pago de 12.000 ducados, en un momento caracterizado, por lo demás, por una importante recesión a causa de las epidemias de peste, plagas de langosta o de las cíclicas crisis de subsistencias que se padecieron. Esto provocó que la población de Don Benito se situara en los niveles más bajos de la Edad Moderna.
Por Real Cédula de fecha 13 de julio de 1735 y previo pago de 4.500 ducados, el Rey Felipe V hizo a Don Benito Villa exenta, concediendo así a la población la jurisdicción civil y criminal, así como la libración del vasallaje al que estaba sometido por Medellín, asignándole un Alcalde Mayor en representación de la Autoridad Real. Meses después, se procedió a la delimitación del término y aquí puede situarse el inicio del espectacular desarrollo demográfico y económico de la localidad, muy ligado a la fertilidad de sus tierras.
De hecho, a mediados del siglo XVIII Don Benito, según el Catastro de Ensenada, contaba con 1.609 vecinos, lo que traducido en número de habitantes equivalía a unos 6.114. Y ese incremento demográfico no cesó, porque a finales de esa centuria, la población se había incrementado en un 26,4% en tan solo cincuenta años. Sin embargo, este crecimiento poblacional no estuvo acompañado del necesario incremento productivo, hasta el punto de que se ha afirmado que la historia de Don Benito durante la Edad Moderna, es la de una continua lucha y creciente tensión entre los efectivos poblacionales y los recursos productivos. Es lo que algunos investigadores han llamado “la lucha por la tierra”, fenómeno que en Don Benito tuvo especial significación, sobre todo, motivado por la secular presencia de las numerosas cabañas merinas trashumantes para las que estaban reservadas las mejores tierras del término. Don Benito fue, desde antiguo, asentamiento de importantes latifundios propiedad de la nobleza absentista, lo que se tradujo en una intensa desigualdad en el reparto de la tierra.
Don Benito es, a finales del siglo XVIII, un peculiar realengo, incluido en la jurisdicción del Condado de Medellín y limítrofe con el territorio de las Órdenes Militares de Santiago y Alcántara. Formaba parte del Corregimiento de la ciudad de Trujillo y en lo eclesiástico dependía, como hoy, de la diócesis de Plasencia, constituyendo la parte más meridional de la misma.
En el siglo XIX, la población de Don Benito sufre un episodio negativo: la Guerra de la Independencia. Desde el punto de vista demográfico y económico, el conflicto contra los franceses supuso una clara ruptura en la evolución creciente, ya que desde mediados del siglo XVIII hasta 1813, Don Benito había visto incrementar sus efectivos demográficos en un 33,5%. Este aumento estuvo motivado, en parte, por los cambios introducidos en la estructura agraria tradicional que, al limitar los privilegios mesteños, provocó un importante aumento en la superficie roturada y, por tanto, de la producción agrícola.
En el contexto de la guerra contra los franceses, el 28 de marzo de 1809 tuvo lugar la denominada “Batalla de Medellín”, aunque realmente la mayor parte de las operaciones tuvieron lugar en dehesas del término dombenitense como Retamosa, Don Llorente, Dehesa boyal o La Redondilla. El campo de batalla quedó establecido en una especie de triángulo cuyos vértices estarían ocupados por las localidades de Don Benito, Mengabril y Medellín. Los ríos Guadiana y Ortigas sirvieron para delimitar un campo de operaciones en el que llegaron a participar cerca de 40.000 hombres. Al final, de las 10.000 bajas estimadas en el ejército de Extremadura, solamente 1.850 fueron prisioneros. De entre los fallecidos, medio centenar eran jóvenes vecinos de Don Benito. Además de la sangría demográfica, la guerra contra los franceses tuvo muchas y variadas consecuencias: ruina de la Hacienda local, invasiones de terrenos públicos, crisis agropecuaria, etc.
La realidad socioeconómica de Don Benito en el primer tercio del siglo XIX se caracterizaba por un importante desequilibrio entre población y recursos. En este contexto, se produjo la fundación de la nueva población de Santa Amalia por vecinos de Don Benito en unos baldíos comuneros ubicados, mayoritariamente, en el término dombenitense. El 31 de marzo de 1827 Fernando VII, a petición de un colectivo de 62 pequeños labradores de Don Benito, firmaba el decreto fundacional, a pesar de la oposición mostrada tanto por la Junta de labradores y ganaderos como por el propio ayuntamiento de Don Benito. A partir de este momento se produjo un importante trasvase de población hacia la nueva población. No obstante, la pujanza de Don Benito en el contexto regional no se verá resentida. Así, en 1829 el corregimiento de Don Benito fue uno de los catorce en que se dividió la Baja Extremadura. Y lo que es más significativo, según el Censo de 1837, Don Benito era el núcleo más populoso de toda Extremadura con 12.140 habitantes. Un incremento demográfico que continuará en los años siguientes y así, en la década de 1850, Don Benito contaba ya con unos 14.000 habitantes, y eso a pesar de haber sufrido los efectos negativos de una importante epidemia de cólera morbo en 1834.
Los procesos desamortizadores llevados a cabo durante el siglo XIX provocaron un importante trasvase de propiedades desde el ámbito institucional al privado. Lo más significativo, sin duda, fue la pérdida de parte del patrimonio rústico municipal que pasó a manos de particulares, aumentando la concentración de la tierra ya existente. No obstante, mediante otros procesos como los repartos de tierras a censo o mediante las roturaciones arbitrarias, muchos vecinos consiguieron un exiguo patrimonio rústico. De hecho, Don Benito era a comienzos del siglo XX la localidad con mayor número de propietarios rústicos de la provincia de Badajoz.
Con la implantación del liberalismo político, la localidad fue designada Cabeza de Partido Judicial el 21 de abril de 1834, por lo que le correspondía un Juzgado de Primera Instancia. En 1883 se completaría con la creación de la Audiencia Criminal de Don Benito, aunque de vida efímera. En el ámbito político, en 1846 se creó el Distrito Electoral de Don Benito, compuesto por diecisiete localidades. Un distrito que, inicialmente, estará controlado por familias autóctonas con destacados apellidos como Donoso-Cortés, Torre-Isunza, Alguacil-Carrasco, Nicolau, Dorado, Campos de Orellana, Solo de Zaldívar, Hidalgo-Barquero, etc. De todos ellos, hay que destacar el protagonismo político y la talla intelectual de Juan Donoso Cortés, primer Marqués de Valdegamas. Finalizando el siglo XIX, el Distrito de Don Benito terminó siendo controlado por diputados cuneros, entre los que encontramos a Alejandro Groizard y Gómez de la Serna y Carlos Groizard y Coronado, padre e hijo, entre otros miembros de la burguesía comercial y financiera madrileña.
Uno de esos Diputados a Cortes, Guillermo Nicolau Rivalaygua, el comerciante más importante de la provincia de Badajoz a mediados del siglo XIX, influyó en la concesión del título de Ciudad a Don Benito por S.M. la Reina Isabel II el 17 de mayo de 1856, en atención a su creciente desarrollo. Este mismo año, la localidad fue invadida por una nueva epidemia de cólera morbo, causando la muerte de 233 personas. Por desgracia, no sería la última epidemia. En el verano de 1885 un nuevo brote colérico provocó miles de invadidos y 537 fallecidos, convirtiéndose Don Benito en la localidad extremeña más afectada por la epidemia.
Durante la década de los años treinta del siglo XX, la Ciudad de Don Benito, como otras muchas localidades extremeñas, sufrirá graves problemas de abastecimiento y paro. En un contexto de crisis laboral, inquietud política y enfrentamientos sociales tuvo lugar la sublevación militar de julio de 1936, que en Don Benito fracasó. Desde ese verano y durante dos años, la localidad estuvo en manos de diferentes comités republicanos, siendo ocupada por las tropas franquistas el 24 de julio de 1938, en el marco de las operaciones conocidas como “Bolsa de la Serena”. Además de los destrozos materiales y la parálisis económica que la Guerra Civil trajo aparejada, lo peor, sin duda, fueron las pérdidas de vidas humanas que, en el caso de Don Benito, ascendió a casi medio centenar, víctimas de la represión por uno y otro bando durante y, sobre todo, después de la guerra. Don Benito fue una de las localidades extremeñas más castigadas por la represión de distinto signo.
De la dictadura franquista destaca la puesta en marcha del “Plan Badajoz” que, entre otras cuestiones, supuso un importante aumento de la superficie regable, la puesta en marcha de algunas industrias de transformación, así como la creación de poblados de colonización en el término de Don Benito, hoy convertidos casi en su totalidad en Entidades Locales Menores.
Tras la dictadura franquista y finalizada la Transición (1975-1978), la población dombenitense acogió la nueva situación política con ilusión y esperanza por un futuro de progreso, desarrollo económico y bienestar social.
Desde 1979, Don Benito ha estado gobernada por alcaldes de dos partidos políticos, que han ido dejando su impronta, con luces y sombras, en hechos y decisiones con miras a lograr el bienestar de la ciudadanía, mejorando las condiciones sociales, económicas, industriales y urbanísticas de la Ciudad.
Cabe destacar las visitas oficiales que han realizado a Don Benito las más altas personalidades del Estado. El 9 de marzo de 1977 visitaban la Ciudad SS.MM. los Reyes de España don Juan Carlos I y doña Sofía de Grecia, en la que fue la primera visita oficial como monarcas a Extremadura. El 17 de febrero de 1979 lo haría el entonces Presidente del Gobierno, don Adolfo Suárez González, para visitar FEVAL; algunos años después, el 10 de junio de 1996, S.A.R. el Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón y Grecia; el 19 de mayo de 2016, la Ciudad recibía la visita de la Infanta doña Elena de Borbón y Grecia, con motivo de la Jornada Conmemorativa del 10º Aniversario del Área Laboral de PROINES. Y, finalmente, el 25 de enero de 2017, Sus Majestades los Reyes de España, don Felipe VI y doña Letizia Ortiz, inauguraron la XXIX Edición de Agroexpo en la Institución Ferial de Extremadura| FEVAL.