Pieza del mes de diciembre de 2020
Cuentan las viejas crónicas que los celtas que habitaban Europa ya celebraban la matanza del cerdo. En España es una tradición secular y siempre ha tenido un carácter festivo. En la Edad Media, la muerte del cerdo se convirtió en espectáculo, que se mantiene desde entonces y pasó del interior de los patios de las casas a la puerta de las viviendas, a la calle misma, para que los vecinos pudieran participar; también para demostrar los cristianos nuevos que en esa casa no había moriscos, moros ni judíos, cuyas religiones aborrecen el cochino.
La matanza extremeña se ha convertido en un auténtico ritual que configura una muestra fundamental de la cultura, ligada a las tradiciones de hombres y mujeres anónimos que forman una comunidad. Es el reflejo de una sociedad de origen campesino que aprovecha los recursos de la zona y que ve en la cría del cerdo una salida en tiempos de escasez.
La matanza se desarrolla en invierno, preferiblemente en los meses de noviembre, diciembre o enero. Precisamente, se lleva a cabo en estos meses por que el ambiente frío es idóneo para almacenar los productos y que luego alcancen el estado óptimo para ser consumidos posteriormente.
Desde luego, el cerdo es el animal más rentable de la naturaleza; no sólo es capaz de transformar granos, tubérculos, desperdicios y restos orgánicos en proteínas y grasas de alta calidad de una manera más eficiente que cualquier otro animal. Además, de él se aprovecha todo; los andares no, pero también gustan.
En el Portal Matancero de este Museo el visitante puede observar la mesa donde se sacrificaba al cerdo, el cesto del matador, máquinas para picar la carne, artesas para amasar y guisar, endoques para embutir, barreños, tinajas, orzas y todo lo necesario para llevar a cabo esta tradición tan arraigada en nuestra tierra.